miércoles, 17 de octubre de 2012

La distancia se reduce a números que no llegan a significar nada.


Hace ocho meses tendría que haberme sentado cara a cara con la distancia y decirle que se guardara esos putos kilómetros que nos separan. Quizás no hubiera servido de nada, pero después de doscientos cuarenta días me sentiría más satisfecha conmigo misma. Muchos no entenderán de lo que hablo, pero sé que tú sí, y ahora mismo eso es lo que me importa.
¿Quién iba a decirme a mí que alguien como yo iba a estar escribiendo esto después de ocho meses a alguien como tú? Las vueltas que da la vida... La cuestión es que sin saber cómo ni por qué, apareciste y te convertiste en lo que hoy, si no me da los "buenos días", no soy capaz de estar tranquila. Has hecho que comprenda más de una cosa que hasta el momento para mí no eran más que estúpidos números que separan estúpidas e imperfectas cosas que quizás juntas sean más que perfectas. Como tú y yo. Dos estúpidos imperfectos que se quieren más que ningunos.
Quizás sean esas sonrisas que consigues sacarme siempre, o todas esas tonterías tuyas que hacen que me olvide de todo y maldiga la distancia cada día por la mañana. Quizás sea porque me has demostrado estando tan lejos mucho más que personas que tengo demasiado cerca. Quizás sea por esas veces en las que nada más que hablar contigo y contarte mis problemas hace que esté bien. Quizás sean esas parrafadas tuyas que hacen que nadie consiga quitarme la sonrisa en varios días. No lo sé, pero me importa poco. Sé que te quiero, y que hace ocho meses apareciste así de buenas, sin saber que hoy íbamos a estar así, muriendo por vernos, tachando días en un calendario sin saber cuantos quedan para conseguirlo.
¿Pero sabes? Pueden decir lo que quieran, pueden intentar jodernos, puede que nos enfademos, pero con mis ganas no puede nada, y tengo muy claro que no voy a tirar la toalla, a no ser que sea para ducharnos juntos. Por decir solo me queda que eres lo mejor y todo ese rollo que tienes más que claro, así que mejor me lo ahorro y aprovecho para darte las gracias, por todo, por todas los sonrisas que me has sacado y por todas las sonrisas que quedan por sacarnos.


lunes, 15 de octubre de 2012

Los malos tragos sientan mejor de dos veces.

Sonreír alarga la vida y los sábados acortan mis vestidos. La gente habla, falla y desprecia. Prometen cosas que jamás van a cumplir, dicen palabras que nunca van a sentir. ¿Y qué le vas a hacer? Esto es así. Podrías deprimirte, llorar, pasarlo mal, pero no cuentes con que nadie te vaya a apoyar. Me da demasiada pereza utilizar cuarenta y tres músculos para mirarles mal, prefiero utilizar diecisiete y joderles con mi sonrisa.
Tres putas lecciones me ha enseñado la vida: que la distancia es muy puta, que la gente es muy falsa y que por llorar nadie te paga. Hay gente que tiene miedo a mirar al ayer, no quiere ni pensar en el mañana, pero tampoco quiere vivir el hoy. Echarle un par de huevos es la clave, sonreír pase lo que pase es lo que no va a hacer nadie;  hoy yo me llamo Nadie. Quedarme quieta de nada me vale, se trata de fijarse en los pequeños detalles. Hablar poco, decir mucho, que aunque yo me calles, mi sonrisa y mi mirada hablen. Vivir cada día como si último, que seguro que alguno voy a acertar; que sobre, que nunca falte, que los tragos de más se los peguen los demás. Que hoy mi sonrisa va a brillar más que la jodida estrella polar.